Al igual que el sobrecalentamiento, el enfriamiento excesivo del motor puede ser extremadamente perjudicial. El motor está diseñado para funcionar entre 85 °C y 90 °C, y el objetivo del sistema de refrigeración es mantenerlo a esta temperatura.

El problema de operar un motor frío se relaciona principalmente con la expansión térmica, ya que las distintas piezas del motor se expanden con el aumento de temperatura y alcanzan sus holguras ideales cuando el motor alcanza una temperatura de 90 °C. Si el motor funciona por debajo de 90 °C, estas holguras tienden a ser mayores, lo que causa graves problemas en los ejes, las válvulas y diversos componentes de fricción internos del motor.

Otro problema es que a la temperatura adecuada, todo el combustible del motor se quema; a temperaturas más bajas, quedan gotas de combustible que pueden mezclarse con el aceite lubricante del motor, reduciendo su vida útil.

Finalmente, las temperaturas más bajas dificultan la vaporización del combustible, especialmente del alcohol. Por lo tanto, es necesario inyectar una cantidad adicional de combustible para que se forme la mezcla correcta, compensando la parte que no se vaporiza. Por lo tanto, si el motor funciona constantemente a menor temperatura, se produce un aumento en el consumo de combustible.